¿Qué es?
No vamos a dar una definición (hay muchas, con matices relacionados con las características del tipo de organización de la que provienen). Vamos a hacer una breve aproximación al concepto, unas pinceladas para saber de qué trata.
En español, se habla habitualmente de RSC (responsabilidad social corporativa) o, quizá en una traducción más perfecta y menos calcada del inglés, de RSE (responsabilidad social de las empresas). Nosotros aquí nos vamos a apartar de esta denominación más estandarizada y vamos a emplear (a falta de un término mejor) «responsabilidad social de las organizaciones», con el fin de destacar que también las ONGs y todo tipo de organizaciones (organismos públicos, organizaciones religiosas…) comparten con las empresas, al ser también subsistemas de la propia sociedad, responsabilidades respecto a las consecuencias de sus actuaciones en el terreno de la sostenibilidad (medioambiental, social, económica) y una obligación de transparencia hacia la sociedad en la que se insertan.
Se suele destacar, al hablar de la responsabilidad social, que es un compromiso (en el que hay cierto grado de voluntariedad, más allá del cumplimiento normativo) hacia la sociedad a la que pertenece la organización, que se traduce en unas prácticas transparentes y basadas en principios éticos, que contribuyen al desarrollo económico sostenible, término éste que tiene importantes consecuencias en el terreno social (justicia, desarrollo) y medioambiental.
Traduciendo esto a nuestro campo, las entidades no lucrativas contribuyen a mejorar la calidad de vida no solamente cuando ésta se encuentra entre sus objetivos, sino porque su propia forma de entender su actuación contribuye a lograr un mundo mejor. No obstante, cualquier organización, independientemente de cuáles sean sus objetivos, debe analizar su funcionamiento y sus relaciones con sus «grupos de interés» y tomar decisiones orientadas a la mejora.
¿En qué afecta a las asociaciones?
Como ya queda sugerido más arriba, este tema afecta a las entidades no lucrativas en la medida en que quieran sentirse involucradas en él por motivos fundamentalmente éticos. Hay una tendencia innegable en las sociedades modernas a aumentar la exigencia hacia las organizaciones que la articulan. En frase de Alfred Vernis, «La rendición de cuentas no es una moda que ahora recorre el Tercer Sector a escala internacional. La explicación de los logros de las ONG es algo intrínseco a los valores del sector y al «contrato social» que estas organizaciones han adquirido con la sociedad. La legitimidad futura de las organizaciones no lucrativas españolas, al igual que en el resto del mundo, pasa por la rendición de cuentas» (Vernis, 2001)
Además de que la actitud hacia la sostenibilidad en las empresas y el resto de organizaciones de nuestro entorno indirectamente afecta al modo en el que se desenvuelve nuestra actividad, cabe destacar algún otro efecto directo, básicamente referido a recursos humanos y materiales:
- Los planes de RSC de numerosas empresas se traducen en que promueven el voluntariado entre sus empleados, promoción que supone ciertas facilidades para la participación en proyectos solidarios de diversa índole llevados a cabo por asociaciones y fundaciones.
- En algunos casos, las empresas se comprometen con su entorno apoyando económicamente proyectos solidarios promovidos por asociaciones o fundaciones.
Es decir, la actitud responsable de las empresas hacia los recursos y su relación con la sociedad puede liberar o encauzar recursos hacia entidades sociales con proyectos de interés general. Sin embargo, como ya hicimos notar en el apartado anterior, nuestras propias entidades tienen que desarrollar y dar cuenta de su propia actitud comprometida y, con una visión estratégica, deben incluir la responsabilidad social como dimensión relevante en sus planes.
La actitud con la que se enfoca la responsabilidad social influye de forma importante sobre los resultados que cabe esperar. En un extremo, se puede entender como una condición del entorno que irá condicionando nuestra forma de funcionar (algo así como una amenaza); en el otro extremo estarían las organizaciones que tratan de aprovechar las posibilidades que nos ofrece de construir organizaciones mejores y más integradas en su entorno (una oportunidad).
En la práctica
Hay un amplio consenso sobre el carácter voluntario de la responsabilidad social de las organizaciones, que llega más allá de lo que es legalmente exigible (y lo presupone, por supuesto). No hay, por tanto, un marco obligatorio, pero sí existen recomendaciones.
El plan de acción: Como en todo aquello en lo que se quiere producir mejoras de forma proactiva, no meramente reactiva, es conveniente que la organización plasme sus planteamientos en un plan realista y concreto destinado a impulsar mejoras concretas y acumulativas en aspectos como
- su política de recursos humanos
- su actitud hacia los usuarios o beneficiarios de estas entidades
- sus inversiones financieras
- su utilización responsable y eficiente de los recursos materiales
- su toma de conciencia hacia el posible impacto de sus actividades en el medio ambiente
- su transparencia, es decir, su política de rendición de cuentas, que debe incluir la medición de resultados y elaboración de informes.
Las fases de elaboración e implementación de un plan de acción, muy esquemáticamente, pueden ser:
- análisis
- definición de la estrategia
- puesta en práctica del plan
- evaluación y comunicación
- redefinición del plan